2ºpremio Certamen fotográfico Agustiniano 2017

De civitate Dei

2º premio del III Certamen de Fotografía 2017

Residencia Universitaria Agustiniana

San Agustín de Hipona señala en una de sus obras culmen, la cual otorga el título a la fotografía: “Dos amores fundaron dos ciudades, a saber: la ciudad terrena el amor de sí hasta el desprecio de Dios, y la ciudad celeste el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo”. Han pasado más de mil quinientos años de aquellas palabras; y con el transcurso del tiempo todas las imágenes de Dios se han juntado para, hoy, convivir entre ellas. Esto implica, desde mi punto de vista, la bajada de Dios del reino de los cielos para habitar en todos nosotros, convirtiendo la ciudad celeste en el amor y la solidaridad hacia el prójimo. No obstante, estamos sumidos en un mundo donde el egoísmo (la ciudad de los hombres) gobierna: el abuso de menores para la industria textil; la quema de bosques para la reurbanización; la organización y manipulación de guerras civiles para poder obtener, con mucho menos gasto, los recursos de los países más desfavorecidos, etc.
Sin embargo, esta muestra del egoísmo más puro está reservada para unos pocos poderosos. La gente de a pie suele mostrar conductas dirigidas hacia sus prójimos, conductas solidarias y altruistas, acercándose más a la nueva ciudad de Dios, el camino ideal. ¿Pero son estas conductas verdaderamente desinteresadas? Jeremy Bentham propuso una teoría en la que se expone que ninguno de nuestros comportamientos son verdaderamente altruistas, sino que utilizan a los otros como medio para un fin personal. Incluso los voluntarios que van a ayudar los campos de refugiados, por ejemplo, lo hacen para reconfortarse al creer que son buenas personas. Esto no es necesariamente malo: la otra persona recibe la ayuda (aunque sea un medio y no el fin) y el que ayuda se siente mejor, lo que favorece el fin último de la especie: perpetuarla. Sin embargo, implica que la ciudad de Dios en su forma más perfecta no es más que una utopía inalcanzable.
La fotografía aúna las tesis de San Agustín y Bentham. La ausencia de color denota el tono ciertamente pesimista de Bentham y la cruz significa la ciudad de Dios, inalcanzable. Sin embargo, lo más importante son las gotas de agua que se desprenden de dicha cruz. Santo Tomás de Aquino demostraba en su Cuarta Vía que Dios era la perfección en grado sumo a través de los limitados grados de perfección de los seres. Las gotas, una vez caigan, jamás regresarán a su origen, la cruz, la perfecta perfección. Nosotros, en la ciudad terrena, solo podremos impregnarnos de ellas, de esos ápices de perfección, en dirección hacia el interminable camino a la ciudad de Dios, pero sin olvidar que no es malo el nunca poder terminarlo.

Santiago Arranz Orlandi

Estudiante de 2º de Psicología de la USAL

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